Allá por 1996, cuando Internet todavía era terreno virgen y las redes sociales ni existían, un laboratorio de investigación naval de Estados Unidos estaba detrás de una idea que cambiaría la forma de navegar: poder estar online sin que nadie te identifique.
De ahí nació TOR, “The Onion Router”, que en 2002 se liberó para que cualquiera pudiera usarlo. La clave: capas y capas de encriptación para moverse sin dejar huella digital.
Hoy, casi tres décadas después, la Deep Web sigue siendo un territorio desconocido para la mayoría. Mientras la web que usamos todos los días —la Surface Web— concentra apenas un 20% de la información de Internet, el otro 80% permanece oculto, sin indexar y fuera del alcance de buscadores tradicionales.
Allí conviven desde bases de datos académicas hasta los rincones más oscuros de la Dark Web.
La Deep Web se describe como un iceberg: lo visible es apenas la punta. Desde el nivel 1, que corresponde a la navegación cotidiana, hasta el nivel 8, conocido como “The Primarch System”, cada paso hacia abajo implica más anonimato, complejidad y riesgo.
En los primeros niveles predominan los fines legales: foros especializados, información académica o datos privados de instituciones.
Pero al descender, aparecen mercados ilegales de armas, pornografía infantil, tráfico de órganos, contratación de sicarios y ciberataques a medida. También emergen filtraciones de secretos de Estado, conspiraciones y experimentos de laboratorios clandestinos.
Entre los niveles más mencionados destacan:
- Nivel 1 (Surface Web): la red visible, apenas el 20% de la información total.
- Nivel 2 (Bergie): primer nivel no indexado, con contenido generalmente lícito.
- Nivel 3 (Deep): comienzan a aparecer actividades ilegales y se requiere mayor protección.
- Nivel 4 (Charter): considerado Dark Web en sentido estricto, con mercados negros y servicios criminales.
- Nivel 5 (Mariana’s Web): espacios de conspiración, terrorismo y filtraciones de gobiernos.
- Nivel 6 (Quantum): accesible solo con computación cuántica, donde operan servicios de inteligencia.
- Nivel 7 (Zona de Guerra): dominio de ciberejércitos de potencias mundiales.
- Nivel 8 (The Primarch System): el supuesto nivel que controla Internet, cuya existencia dejó de ser solo teórica cuando Rusia probó desconectarse de la red global con su propio sistema RUNET.
Hoy existen alternativas a TOR, como I2P, Freenet o GNUnet, y el avance de la inteligencia artificial hace más compleja esta dinámica: facilita ocultar identidades, encriptar datos y automatizar operaciones, lo que multiplica los riesgos para las fuerzas de seguridad y los usuarios.
Hablar de la Deep Web no es un asunto exclusivo de especialistas. Es un tema que cruza ciberseguridad, geopolítica y la manera en que circula la información en el mundo. No se trata de satanizar la tecnología, sino de entender que es una herramienta poderosa que puede proteger derechos o vulnerarlos.
El desafío para gobiernos, empresas y usuarios es aprender a moverse en esta frontera invisible sin caer en sus trampas. Porque la Deep Web seguirá creciendo, cambiando y guardando secretos que quizás nunca salgan a la luz.