Chile envejece a un ritmo acelerado. En menos de dos décadas, una de cada cuatro personas tendrá más de 60 años, y sin embargo, seguimos abordando la vejez desde una mirada asistencialista, que infantiliza y reduce a los mayores a sujetos pasivos de cuidado.
Es momento de cambiar esa lógica. La verdadera dignidad en la vejez no se construye desde la dependencia, sino desde la autonomía: la capacidad de decidir, de participar, de seguir aportando a la comunidad.
Las familias cumplen un rol insustituible, pero deben ser acompañadas por políticas públicas que promuevan la independencia funcional y emocional de las personas mayores, facilitando su acceso a programas de actividad física, capacitación digital, redes de apoyo y espacios de participación social.
Esto es envejecimiento activo; transformar la forma en que pensamos, diseñamos y acompañamos esta etapa de la vida.
