miércoles, septiembre 17, 2025

¿La sostenibilidad se está estancando?

El último informe del Foro Económico Mundial y Accenture advierte que la transición energética global atraviesa una desaceleración, aunque los fundamentos de la sostenibilidad siguen fortaleciéndose.

El Foro Económico Mundial (WEF), junto a Accenture, acababan de publicar su informe anual sobre transición energética global, y la noticia era clara: el mundo atravesaba una fase de desaceleración.

Sin embargo, esto no significaba que la sostenibilidad estuviera muriendo. Todo lo contrario: los fundamentos que la sostenían eran más sólidos que nunca.

El informe “Fostering Effective Energy Transition 2025” mostraba que el progreso hacia sistemas energéticos sostenibles, seguros e inclusivos se había estancado por tercer año consecutivo.

Las emisiones globales seguían altas y las brechas entre países desarrollados y emergentes se ampliaban. Pero también dejaba señales inequívocas de que la transformación no se había detenido: los marcos regulatorios se endurecían, el financiamiento climático crecía y las cadenas de valor globales demandaban trazabilidad, eficiencia y resiliencia.

La sostenibilidad no retrocede, se redefine

En 2025, hablar de sostenibilidad ya no era una declaración aspiracional. Era una exigencia de mercado.

Según datos recientes, más del 80% de las empresas líderes a nivel global habían aumentado sus inversiones en sostenibilidad o mantenían su compromiso, incluso en un contexto desafiante.

Las regulaciones como la European Union Deforestation Regulation (EUDR) o la Ecodesign for Sustainable Products Regulation (ESPR) seguían ampliando su alcance.

La innovación tecnológica en renovables, almacenamiento y trazabilidad no se detenía. Y los consumidores, especialmente los más jóvenes, continuaban demandando coherencia y acción.

América Latina: ¿dónde quiere estar en este nuevo mapa?

Para Argentina y América Latina, el momento actual representaba una encrucijada.

Aunque países como Uruguay o Costa Rica lideraban el índice de transición energética regional, otras economías enfrentaban desafíos estructurales: marcos regulatorios inestables, falta de infraestructura y acceso limitado a financiamiento.

Pero había algo que no debía perderse de vista: la región contaba con una matriz energética altamente renovable, recursos estratégicos como litio, cobre e hidrógeno verde, y un capital humano cada vez más comprometido con la transformación.

Si se apostaba por políticas públicas inteligentes, alianzas público-privadas y planificación a largo plazo, América Latina y Argentina podían tomar más protagonismo.

Lo que está en juego: competitividad y resiliencia

Los criterios climáticos influenciaban el nuevo orden económico internacional.

Acceder a mercados europeos, recibir inversión extranjera o participar en cadenas de valor globales dependería del cumplimiento ambiental y social.

La sostenibilidad se había convertido en un componente estructural de las estrategias industriales y geopolíticas de las principales potencias.

Si América Latina no aceleraba su transición, corría el riesgo de quedar fuera de las cadenas de valor que definirían el futuro económico: desde el hidrógeno verde hasta los minerales críticos y la electromovilidad.

Además, los riesgos de no actuar se hacían más visibles. No había resiliencia energética sin sostenibilidad.

La región necesitaba sistemas capaces de adaptarse a un entorno volátil, climático y geopolíticamente inestable. Y eso no se lograba con soluciones del pasado.

El momento de actuar es ahora

En lugar de ver los retrocesos globales como una señal para frenar, América Latina debía leerlos como un llamado a liderar.

La transición no estaba muriendo: estaba evolucionando. Y quienes supieran adaptarse con agilidad e inteligencia estratégica serían quienes capitalizaran las oportunidades.

Belén Arce
Belén Arce
Líder de Sostenibilidad de Accenture.
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