La minería chilena experimenta una revolución silenciosa que está redefiniendo por completo la industria.
Los tradicionales mineros con pico y pala están siendo reemplazados por robots cuadrúpedos que inspeccionan correas transportadoras y drones que mapean galerías en tres dimensiones, operados remotamente desde centros de control ubicados a cientos de kilómetros de las faenas.
Esta transformación, conocida como “Minería 4.0”, surgió como respuesta a desafíos críticos que enfrentaba el sector: leyes de mineral cada vez más bajas que exigían mover mayor cantidad de material para obtener el mismo producto, costos operativos crecientes y dificultades para acceder a nuevos yacimientos en entornos adversos.
La automatización y digitalización pasaron de ser una opción a convertirse en una necesidad primaria para mantener la competitividad.
El país no solo adoptó estas tecnologías, sino que también desarrolló un ecosistema propio de empresas proveedoras de soluciones tecnológicas.
Compañías chilenas como Prevsis están creando plataformas de inteligencia artificial para gestión de seguridad ocupacional, mientras que otras desarrollan sistemas de inspección con drones que pueden ahorrar hasta u$s 150.000 por cada hora de detención evitada en las operaciones.
Grandes faenas nacionales como Gabriela Mistral, El Teniente, Centinela y Chuquicamata ya implementaron altos niveles de robotización y automatización, eliminando la exposición a riesgos críticos y mejorando significativamente la seguridad de los trabajadores.
Estos avances también respondieron a las crecientes demandas de sostenibilidad, con criterios ambientales, sociales y de gobernanza cada vez más estrictos.
Aunque existe preocupación por el desplazamiento laboral, los expertos señalaron que se trató más de una transformación que de una eliminación de empleos.
La tecnología está creando nuevos perfiles profesionales altamente cualificados: técnicos en robótica, operadores remotos, científicos de datos y especialistas en ciberseguridad. La clave está en la capacitación y reconversión de la fuerza laboral actual.
Para Chile, esta revolución tecnológica representó una oportunidad única de mantener su liderazgo mundial en minería mientras desarrolla capacidades para exportar no solo minerales, sino también el conocimiento y las soluciones tecnológicas que definirán el futuro de la industria a nivel global.