Existe una creciente preocupación sobre el impacto de la Inteligencia Artificial (IA) en el ámbito laboral, particularmente a la hora de adquirir talento.
Contrario al temor generalizado de que la IA reemplazará al reclutador humano, esta tecnología ha llegado para obligarnos a evolucionar.
El nuevo rol del reclutador no es competir con algoritmos, sino utilizarlos a su favor, adoptando un crucial cambio de mentalidad.
Hoy los profesionales deben dejar de ser un simple operador de tareas repetitivas para convertirse en un estratega y analista del contexto. El dominio del prompting –saber cómo preguntar a la IA– es fundamental.
Paradójicamente, el reclutador digital es más humano que nunca. Al automatizar tareas administrativas, la IA permite que los profesionales se centren en lo verdaderamente importante: las relaciones humanas, las evaluaciones subjetivas, la experiencia del candidato y el feedback rápido y claro.
Un proceso de selección bien gestionado, comunica mucho más valor que cualquier campaña publicitaria.
Además, es imperativo que las compañías aprovechen los datos que la IA ayuda a recopilar –sobre perfiles ideales, brechas de habilidades o necesidades de contratación– para fortalecer su estrategia de talento.
No obstante, esta información se vuelve estratégica cuando hay inteligencia humana detrás de la herramienta, capaz de interpretar y actuar.
La pregunta esencial no es si la IA sustituirá al reclutador, sino: “¿Qué tipo de reclutador seguirá siendo relevante?”, es vital asegurar la transparencia y, sobre todo, garantizar una supervisión humana constante; el futuro de la contratación no será automatizado, será ampliado.
