A medida que la desinformación se propaga a un ritmo sin precedentes, surgirá una nueva ola de herramientas impulsadas por inteligencia artificial para empoderar a periodistas, investigadores y ciudadanos comprometidos en su búsqueda de la verdad.
Esta revolución tecnológica democratizará las capacidades de investigación, acelerará la verificación de datos y comenzará a cerrar la brecha entre la propagación de la desinformación y su desacreditación.
Hemos pasado rápidamente de una era de ciclos noticiosos prolongados que duraban semanas o meses a un flujo constante de actualizaciones que se publican a la velocidad de un clic.
Las plataformas de redes sociales se han convertido en una fuente primaria para difundir y consumir noticias, y nunca ha sido tan difícil distinguir entre lo que es verdad y lo que es falso.
Un mundo en el que ser el primero es más importante que tener la razón ha erosionado la confianza pública en los medios tradicionales y en los medios de comunicación.
Las implicaciones son profundas: una parte significativa de la población tiene dificultades para identificar la información genuina (52%), lo que conduce a un escepticismo generalizado y a la difusión de información errónea.
Sin embargo, si bien la tecnología ha contribuido a alimentar la crisis, también es la clave para resolverla.
En la última década, la Inteligencia de Fuentes Abiertas (OSINT) ha surgido como una herramienta vital para desentrañar investigaciones complejas y descubrir verdades ocultas bajo capas de engaño.
Organizaciones como Bellingcat y ProPublica han utilizado datos públicos (geolocalización, cronolocalización, direcciones IP, etc.) para todo, desde exponer violaciones de derechos humanos hasta investigar conflictos internacionales.
Las principales salas de redacción de todo el mundo, incluidas BBC, Der Spiegel y el New York Times, han adoptado metodologías OSINT para verificar y validar investigaciones (y en algunos casos han abierto el código fuente de sus herramientas locales).
Sin embargo, este proceso sigue siendo laborioso y manual, y a menudo lleva semanas o meses (a veces años) para arrojar resultados.
En cambio, quienes propagan información errónea pueden hacerlo instantáneamente con un solo tuit o una imagen o video manipulado, lo que crea un desequilibrio significativo en el ecosistema de la información.
Esta disparidad subraya la necesidad de mejores herramientas para combatir la información errónea y la desinformación.
Estamos en el umbral de un movimiento que pondrá herramientas en manos de los consumidores, cambiando fundamentalmente la dinámica de poder actual.
Innovaciones como la extensión del navegador TrustNet ofrecen la promesa de una verificación de datos en tiempo real y en colaboración colectiva para el contenido web.
GeoSpy extrae datos de fotos y rápidamente compara características con regiones geográficas, países y ciudades.
De manera similar, están surgiendo sistemas de inteligencia artificial generativa que complementan las noticias diarias con conocimiento académico relevante, como Proem, proporcionando una ayuda necesaria para validar afirmaciones y frenar la propagación de inexactitudes (tanto accidentales como intencionales).
Y la inversión en este sector está creciendo, con más de u$s 250.000.000 en fondos dedicados este año a startups que desarrollan soluciones a estos problemas acuciantes.
Las previsiones del mercado sugieren que la industria de OSINT podría alcanzar una valoración de miles de millones en la próxima década, lo que refleja su creciente influencia más allá del periodismo a sectores como la gestión de marcas corporativas y las operaciones gubernamentales.
En los próximos años, podemos esperar un cambio en la dirección de los hechos. El desarrollo y la democratización de estas herramientas nivelarán el campo de juego, permitiendo que la información precisa fluya con la misma rapidez que la desinformación.
Esta transición no solo ayudará a restablecer la confianza del público en las fuentes de noticias tradicionales, sino que también mejorará la calidad general del discurso en las plataformas digitales.
El impacto será de largo alcance y beneficiará a los consumidores, a las empresas que salvaguardan su reputación y a los gobiernos y organizaciones que se esfuerzan por mantener informadas a las poblaciones.
Como tecnólogos, tenemos una responsabilidad crucial en esta transformación. Al innovar y crear herramientas que ayuden a detectar y disuadir la desinformación, podemos reconfigurar el panorama de la información.
Nuestros esfuerzos colectivos contribuirán a lograr una sociedad más informada y resiliente frente a las mareas del engaño digital.
El camino que seguir es claro: utilizar la tecnología no solo para conectar el mundo, sino para proteger la integridad de la información que nos une.
Los datos abiertos impulsan la preparación descentralizada ante desastres
La resiliencia ante desastres se transformará fundamentalmente gracias al poder de los datos hiperlocales obtenidos de la comunidad.
Este cambio redefinirá la gestión de desastres, pasando de un modelo de arriba hacia abajo y reactivo a uno proactivo, descentralizado e impulsado por la comunidad.
Desde el Typhoon Alley hasta la selva australiana, la gravedad y la frecuencia de los desastres naturales en todo el mundo están aumentando. Los sistemas de respuesta a desastres actuales a menudo tienen problemas con datos fragmentados o inaccesibles, en particular en comunidades vulnerables y aisladas.
Durante eventos recientes, como los huracanes Helene y Milton en el sureste de Estados Unidos, las áreas del interior se vieron gravemente afectadas, y no se cartografiaron recursos críticos porque se consideraba que presentaban un riesgo bajo de huracanes.
Estos eventos subrayan una verdad fundamental: en una era de desastres en aumento, los datos oportunos y accesibles no solo son beneficiosos, sino esenciales.
En el centro de una preparación eficaz ante desastres se encuentran los datos: la capacidad de recopilarlos y utilizarlos dentro de un marco estructurado.
Si bien las iniciativas de socorro desde arriba tienen ventajas, como la movilización de recursos a gran escala, a menudo carecen de la agilidad y el dinamismo necesarios para una respuesta rápida.
Estamos presenciando un cambio hacia plataformas centradas en la comunidad que empoderan a las personas para hacerse cargo de su seguridad.
Con la ubicuidad de los teléfonos celulares, las comunidades están empoderadas para recopilar información diversa sobre el terreno.
Por ejemplo, durante las inundaciones de 2022 en Lismore, Australia, los residentes utilizaron las redes sociales y Google Sheets para coordinar los rescates, creando un ecosistema de datos improvisado.
Están surgiendo más aplicaciones basadas en la comunidad, como las que se utilizan para rastrear incendios forestales (por ejemplo, Watch Duty), que permiten a los residentes informar sobre las condiciones en tiempo real y guiar las iniciativas de respuesta.
Estos esfuerzos de base están evolucionando hacia sistemas de resiliencia descentralizados. Los avances en la informática de borde y la conectividad satelital durante los desastres permiten la captura y el procesamiento de datos en tiempo real, incluso en las condiciones más duras.
Esta evolución tecnológica no se trata solo de datos más rápidos, sino de cambiar la dinámica del poder y acercar la toma de decisiones a los más afectados.
Esto garantiza que los socorristas y los residentes tengan acceso inmediato a información útil, lo que les permite tomar decisiones críticas sin esperar a que se activen los sistemas centralizados.
Para hacer realidad este futuro, se necesita una estrecha colaboración entre las comunidades, los gobiernos locales y las organizaciones humanitarias.
Es una de las principales razones por las que recientemente anuncié el lanzamiento de la beca Now Go Build CTO Fellowship.
Como líder tecnológico a largo plazo, siento una profunda responsabilidad de orientar y apoyar a las organizaciones y personas que utilizan la tecnología para abordar los desafíos sociales y ambientales.
Nuestra primera cohorte incluye al Humanitarian OpenStreetMap Team (HOT), que moviliza a más de 500.000 voluntarios en todo el mundo para mapear las regiones vulnerables, y Help.NGO, que despliega drones y realiza computación de borde utilizando los servicios de AWS para mapear las zonas de desastre en tiempo real, proporcionando a los socorristas locales imágenes de alta resolución y datos en tiempo real cuando fallan los sistemas de comunicación convencionales.
Al poner los datos y el poder de toma de decisiones en manos de las comunidades, no solo estamos mejorando la respuesta a los desastres, sino que estamos creando una red de centros de gestión de desastres que mejoran la preparación.
Ante el aumento de los desastres, este cambio de una preparación reactiva a una proactiva basada en datos no solo es bueno, sino una necesidad absoluta.
En última instancia, al adoptar un modelo centrado en la comunidad y basado en datos, estamos construyendo un futuro en el que la tecnología aumenta la resiliencia humana, lo que permite a las comunidades navegar en un mundo cada vez más impredecible con confianza y autonomía.
La tecnología de consumo impulsada por la intención se afianza
Se está produciendo un cambio sutil que está redefiniendo nuestra relación con la tecnología de consumo.
A medida que más y más personas buscan un refugio para evitar las distracciones constantes, están surgiendo dispositivos que priorizan la atención plena, la intencionalidad y el pensamiento profundo por sobre un aluvión de estímulos fugaces.
En 2025 y más allá, la tecnología nos empoderará en lugar de distraernos, y seremos mejores gracias a ello.
En un mundo en el que nuestros dispositivos son extensiones de nosotros mismos, captar la atención se ha convertido en una industria de miles de millones de dólares. Cada deslizamiento, titular y notificación está meticulosamente diseñado para engancharnos.
Esta búsqueda incesante de nuestra atención ha tenido consecuencias no deseadas, como el aumento de los niveles de ansiedad, depresión y una sensación generalizada de distracción.
Entre 2009 y 2022, el uso diario de las redes sociales entre los adolescentes se disparó del 50% al 95%, y la salud mental de muchos empeoró.
El 72% de los profesores de secundaria de Estados Unidos considera que la distracción de los estudiantes con el teléfono es un problema importante.
La encuesta «El estrés en Estados Unidos» descubrió que quienes revisan constantemente el teléfono experimentan niveles de estrés promedio más altos.
Y los documentos internos de TikTok revelan que los usuarios pueden volverse adictos después de solo 35 minutos de uso. Estas tendencias alarmantes subrayan la necesidad urgente de reevaluar nuestra relación con la tecnología y priorizar el uso intencional y consciente.
En respuesta a estos desafíos, está surgiendo un movimiento creciente centrado en la desconexión intencional y la elección consciente de la tecnología.
Las escuelas de todo el mundo están implementando prohibiciones de teléfonos celulares con resultados sorprendentes.
En la escuela secundaria Grant en Portland, el almuerzo vuelve a ser ruidoso mientras los estudiantes participan en conversaciones cara a cara. Los maestros informan de una mayor concentración en clase y una disminución de los casos de acoso.
Esta desconexión forzada también está ganando popularidad entre los adultos.
El Offline Club en Ámsterdam, lanzado a principios de 2023, ofrece un refugio del mundo digital y ha atraído a más de 150.000 seguidores en solo unos meses. Estas iniciativas señalan un cambio más amplio en cómo pensamos y usamos la tecnología.
Un gran ejemplo de esto es el proceso de redacción de documentos en Amazon. Independientemente del puesto o la antigüedad, existe la expectativa de que cuando se tiene una buena idea, se plasma en papel y se crea una narrativa convincente.
Cuando está lista, nos reunimos, leemos en silencio y tomamos notas, y luego la debatimos.
El proceso obliga a todos a estar presentes, a concentrarse en la tarea en cuestión. A medida que sigamos dependiendo cada vez más de la tecnología en nuestro día a día, podemos esperar que más organizaciones adopten estrategias similares que prioricen el pensamiento profundo y crítico.
Los innovadores están tomando nota. Está surgiendo una nueva ola de dispositivos con un propósito definido, diseñados para fomentar el uso intencional y alentarnos a entrar en un estado de flujo (o “la zona”) en lugar de desviar nuestra atención.
Los lectores electrónicos, como el Kindle, han fomentado durante mucho tiempo la lectura inmersiva sin interrupciones.
Ahora, estamos presenciando esta tendencia en una escala mucho mayor, con la aparición de teléfonos minimalistas que ofrecen poco más que funciones de llamada y mensajes de texto, cámaras que enfatizan el arte de tomar una fotografía y no de compartirla, y reproductores de música independientes que nos permiten disfrutar de la música sin el bombardeo constante de mensajes y notificaciones.
No me malinterpreten: este cambio no significa abandonar la conectividad digital, sino más bien ser conscientes de cómo los dispositivos pueden aumentar nuestras intenciones en lugar de simplemente captar nuestra atención.
Se trata de lograr un delicado equilibrio. Personalmente, dedico una tarde a la semana a aprender, apagando el teléfono y el correo electrónico para concentrarme en leer artículos académicos o explorar los últimos servicios de AWS.
De manera similar, se sabe que los ejecutivos de alto rendimiento excluyen los teléfonos de la primera hora de sus días para aumentar el poder cognitivo, una práctica respaldada por los expertos de Stanford Lifestyle Medicine.
Estas prácticas se alinean con el concepto holandés de “niksen”, es decir, la ociosidad con un propósito o el arte de no hacer nada. Para muchos, lo más parecido que les viene a la mente es la ensoñación meditativa.
Este enfoque reconoce que, en nuestro mundo cada vez más complejo, adoptar la simplicidad puede realinear la tecnología con nuestros valores fundamentales y nuestra salud mental.
Con un retorno a la intencionalidad, podemos mejorar nuestra relación con la tecnología, asegurándonos de que nos empodere en lugar de distraernos.