jueves, octubre 16, 2025

La Generación Z predica inclusión, pero lidera cancelaciones virtuales

El fenómeno del cancelamiento digital expone una contradicción en la Generación Z, que defiende la diversidad pero impulsa linchamientos en redes sociales.

La Generación Z creció bajo el discurso de la diversidad, la representatividad y la inclusión. Es la generación que más presiona a las empresas por causas sociales, exige transparencia y demanda coherencia de los líderes.

Sin embargo, cuando se trata de comportamiento en las redes, esa misma generación es también la más activa en promover el llamado “cancelamiento virtual”.

La contradicción es evidente: de un lado, se levanta la bandera de la inclusión; del otro, el tribunal digital se convierte en escenario de exclusión y linchamientos públicos.

Este dilema ganó protagonismo en el debate político brasileño con la tramitación del Proyecto de Ley 1873/23, que propone criminalizar el cancelamiento virtual.

El texto prevé penas de prisión de seis meses a dos años para quienes ataquen el honor o la imagen de alguien en redes sociales, pudiendo llegar a tres años en casos de perfiles falsos o ataques colectivos. También establece agravantes cuando existan perjuicios económicos para la víctima.

En la práctica, el cancelamiento virtual funciona como un tribunal paralelo. La persona acusada no tiene derecho a réplica, no puede presentar defensa y, en muchos casos, tampoco dispone de espacio para una retractación.

El juicio ocurre en tiempo real, con miles de voces amplificando acusaciones, memes y ataques. El resultado puede ser devastador: daños emocionales, aislamiento social, pérdida de oportunidades profesionales y destrucción de reputación.

El Centro Universitario de Volta Redonda (Unifoa) destaca que las consecuencias psicológicas del cancelamiento digital son comparables al bullying presencial, pero con un alcance mucho mayor debido a la viralización masiva.

La contradicción de la Generación Z

La Generación Z se autodefine como la generación de la inclusión, la diversidad y la justicia social. Son quienes más exigen autenticidad de marcas y líderes. Sin embargo, estudios muestran que también son los más participativos en movimientos de cancelamiento, especialmente en plataformas como X (Twitter), Instagram y TikTok.

Ricardo Dalbosco, doctor y especialista en el futuro del trabajo y la comunicación multigeneracional, advirtió que el cancelamiento puede surgir de una buena intención: señalar comportamientos considerados prejuiciosos, abusivos o antiéticos. No obstante, la práctica muchas veces degenera en linchamientos digitales desproporcionados, donde el objetivo deja de ser educar o responsabilizar y pasa a ser destruir.

El discurso de la empatía se pierde cuando la condena colectiva reemplaza el diálogo y el aprendizaje.

Ricardo Dalbosco

El desafío jurídico y ético

La diputada Rogéria Santos, autora del PL 1873/23, sostuvo que internet no puede seguir siendo vista como “tierra sin ley” ni como un tribunal en el que cada cual juzga y condena según su visión particular.

Para ella, la libertad de expresión no puede ser usada como escudo para la humillación pública.

Los críticos, sin embargo, recordaron que ya existen mecanismos en el Código Penal para castigar delitos contra el honor, como injuria, calumnia y difamación, y que una ley mal redactada podría abrir espacio a la censura.

El riesgo es que un intento de proteger a las víctimas termine convirtiéndose en un instrumento para silenciar críticas legítimas.

El papel de la Generación Z en este escenario

El verdadero dilema de la Generación Z no está en defender diversidad o inclusión, sino en no percibir que el cancelamiento colectivo reproduce la misma exclusión que critican. Cancelar a alguien sin permitir diálogo o reparación contradice el ideal de empatía.

Si la Generación Z quiere realmente liderar transformaciones sociales, necesita canalizar la energía del cancelamiento hacia la construcción: educación, diálogo y responsabilización proporcional. 4De lo contrario, la incoherencia entre discurso y práctica debilita la credibilidad de una generación con enorme potencial de liderazgo cultural y político.

Más allá de la legislación, la sociedad necesita avanzar en medidas concretas:

  • Educación digital desde temprano: enseñar responsabilidad en el uso de redes, resaltando consecuencias psicológicas y sociales del cancelamiento.
  • Responsabilización sin destrucción: diferenciar crítica constructiva de linchamiento, responsabilización de humillación.
  • Cultura de diálogo: abrir espacios donde los errores puedan corregirse con aprendizaje, no solo con exclusión.
  • Coherencia entre discurso y práctica: quien defiende inclusión debe también practicar empatía frente al error ajeno.
  • Participación en el debate público: acompañar propuestas legislativas y garantizar que las leyes sean equilibradas, castigando abusos sin limitar la libertad de expresión.

El PL 1873/23 es un reflejo de la sociedad hiperconectada en la que vivimos. Más que una ley, es un espejo para la Generación Z y para todos nosotros: ¿Realmente estamos practicando lo que predicamos?

Hablar de diversidad es fácil; lo difícil es practicar bondad, perdón y empatía en un entorno digital donde el linchamiento es tentador.

Si la Generación Z desea ser recordada como la generación de la inclusión, también deberá liderar la transición de una cultura de cancelamiento hacia una cultura de diálogo y transformación.

El efecto del cancelamiento en la visibilidad de la Generación Z

El exceso de cancelamiento virtual ha llevado a muchos jóvenes de la Generación Z a adoptar una postura de retraimiento digital. Para evitar el riesgo de exposición, juicio o ataques, reducen su presencia en redes o permanecen en una zona de invisibilidad.

Aunque esta decisión transmite sensación de protección inmediata, genera consecuencias estratégicas graves: sin exposición, los jóvenes dejan de construir una marca personal visible y admirada, que es la base de una reputación sólida y de nuevas oportunidades.

En ausencia de consistencia digital, disminuyen las posibilidades de recibir invitaciones, alianzas o negocios.

En la práctica, el miedo al juicio digital empuja a la Generación Z al anonimato profesional, mientras otras generaciones, menos activas en cancelamientos, ocupan espacios de influencia y liderazgo.

El costo de esa reclusión es alto: la protección aparente evita críticas momentáneas, pero impide consolidar credibilidad y autoridad a largo plazo.

La reputación es producto de consistencia; quien se esconde no es recordado, mucho menos invitado a ocupar posiciones de destaque.

Redacción ebizLatam
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